Por: J. Mauricio Chaves-Bustos
El mundo no para, y con las herramientas que nos brindan los desarrollos tecnológicos, hoy podemos continuar con el estudio y el trabajo aunque dejemos de asistir a las aulas de clase u oficinas.
En este obligatorio confinamiento nuestras formas de vida se han visto alteradas, hasta el punto que hoy somos definitivamente otros. Para quienes transcurre la vida frente a una computadora -como es mi caso no hay mayor complicación, hemos asumido los cambios con resignación, pero para quienes estaban acostumbrados a moverse constantemente de oficina en oficina, de lugar en lugar, el tema puede tornarse mucho más complicado, hasta tedioso y aburrido.
Tele viene del griego antiguo y significa desde lejos, de tal manera que el teletrabajo o el telestudio tienen esa significación: hacer un ejercicio laboral o académico desde la distancia. Esto exige estar lejos de la oficina y del taller, incluso del espacio normal donde se acostumbra a cumplir una responsabilidad, como por ejemplo, el trabajo agrícola. También implica dejar a un lado el aula de clase, la universidad, el jardín infantil y cualquier otro centro educativo.
La sabiduría popular recoge lo dicho por Charles Dickens con respecto a que “el hombre es un animal de costumbres”, aludiendo a que no es fácil dejar la comodidad de la rutina y enfrentar los retos del cambio. En la edad media, los amanuenses eran los encargados de transcribir los libros sagrados y las leyes, llegando a ser tan importantes, que generalmente eran monjes que dedicaban media vida a aprender el oficio, y la otra media escribiendo unos cuantos textos. Llegaron al punto de la perfección con el uso de tintas vegetales y minerales -incluido el oro, y su sabiduría era tenida por lo más valioso en muchos reinos. Hacia 1440, un alemán, Gutenberg, inventa para occidente la imprenta de tipos móviles, reduciendo el tiempo de elaboración de un libro a mucho menos de la mitad del tiempo empleado por los frailes. Le llovieron anatemas e insultos, los puristas no creían que la imprenta desplazaría a los amanuenses. En menos de 20 años, eran ya verdaderas piezas de museo. Nadie dudaba de la eficiencia de la imprenta. Y de esa imprenta de madera se pasó posteriormente a las eléctricas, y así todo evolucionó para tener en la actualidad un universo de libros en una pequeña memoria que alcanza en la punta de un dedo.
Tele viene del griego antiguo y significa desde lejos, de tal manera que el teletrabajo o el telestudio tienen esa significación.

Esta pandemia del Covid-19 ha hecho que pensemos y repensemos nuestro quehacer cotidiano, pero aún más, nos ha exigido reinventarnos. Y no es una cuestión de clase social, de estrato o de estudios, todos tenemos al alcance de nuestras manos esa posibilidad. Inclusive aquellos sectores que parecieran ser más renuentes a los cambios, como el del campo colombiano, han logrado posicionarse aprovechando las redes, la tecnología, y ofrecen no solamente sus productos, sino sus saberes al resto del mundo. Un caso emblemático que se ha difundido rápidamente es el de Nubia y sus hijos, una familia campesina que decide volverse youtuber, quienes desde Chipaque, Cundinamarca, iniciaron, a través de un celular, a subir tutoriales donde enseñan a cultivar en casas y apartamentos. Y así hay muchos ejemplos para citar, basta con ingresar a una plataforma de internet y buscar un tutorial, hay para todo y para todos, como por arte de magia aparecen expertos -y no tan expertos- que buscan ayudarnos a solucionar un problema. Mucho se ha hablado de la precariedad de la Colombia rural -es decir el otro país, el invisibilizado, el de las periferias– respecto a la urbana en cuanto a la falta de conectividad y de computadoras que faciliten el trabajo y el estudio. En nuestro país existen 26 computadoras por cada 100 hogares, es decir que casi tres cuartas partes carecen de ellos. Además, solo el 51,9% tiene conexión a internet, lo que significa que casi la mitad no cuenta con este servicio que debiera ser como el agua, para todos, pero es igual de escaso.
Los problemas son muchos, pero en iguales proporciones crece la creatividad para enfrentar los tiempos de confinamiento. Los encuentros literarios, por ejemplo, se hacen de manera virtual, ahorrando a los organizadores un montón de dinero en atenciones, pagos y logística. La mayoría de empresas grandes tienen a sus empleados trabajando desde el hogar, ahorrando de esta manera el pago de servicios públicos y de subsidios como el de transporte.
El teletrabajo se ha disparado, la mayoría de personas que lo desempeñan, manifiestan que ahora deben dedicar más tiempo a su labor porque los jefes, en muchos casos, no respetan la jornada laboral. Sin importarles que sea noche o festivo, exigen eficiencia y cumplimiento.
“Esta pandemia del Covid-19 ha hecho que pensemos y repensemos nuestro quehacer cotidiano, pero aún más, nos ha exigido reinventarnos”
Muchos de estos trabajadores son madres y padres, y sin el descanso que para muchos es salir del hogar, deben ahora convertir en oficina sus cocinas, salas, comedores. Ni qué decir de los call center, que no tienen ni Dios ni ley, con horarios laborales de hasta 15 horas al día, ocasionando un desgaste físico y mental muy alto.
Por supuesto, no todo es negativo. Mi nieta de 7 años de edad ha dejado de ir al colegio y ahora recibe sus clases virtuales, este cambio para su colegio, que como reconoce mi propia hija, es para hippies; ha sido difícil, pero ha llevado a sus directivas y cuerpo docente a entender y descubrir los beneficios de la dinámica a distancia. El telestudio también le permite a la niña estudiar ballet con una universidad pública en Bogotá. Recibe sus clases sabatinas a través de una pantalla.
Ahí patalea y hace sus demi plié desde la baranda de la escalera, mientras yo orgulloso la observo y me parece toda una Pávlova. Ojalá muchos niños tengan estas posibilidades, que la casa no sea un cuartel o una cárcel sino un teatro, un estudio o un gimnasio.
De acuerdo a la experiencia, lo más probable es que cuando termine la pandemia el mundo vuelva a su locura y la naturaleza volverá a temernos. Ojalá no sea así. Las personas como yo esperamos que el teletrabajo les permita a los hogares tener más tiempo de calidad y no una mera conversación en el auto mientras se reparte la familia en el camino, que los ingresos sean justos y que no creen desigualdades, sino que afiancen la equidad. Esperamos que el telestudio vuelva más democrática la educación, que no existan diferencias y que todos puedan acceder en igualdad de condiciones a los saberes del mundo. Esperamos que esta experiencia nos permita tener una Colombia más justa y en paz.